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Lo que queda después de parar

  • Foto del escritor: Paola Roco
    Paola Roco
  • 28 oct
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 31 oct

Las vacaciones tienen esa capacidad de bajar el ruido, de poner pausa al hacer, y dejarte ver lo que realmente importa: el tiempo con la familia, el espacio propio, la calma que reorganiza.

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A veces creemos que descansar es detener el impulso, pero en realidad, parar también es estrategia. Es el momento donde aparecen las preguntas que no escuchamos durante el ruido: ¿qué quiero sostener?, ¿qué necesito cambiar?, ¿qué cosas ya no me representan?.


Estoy aprendiendo, después de muchos años de operar, acompañar y dirigir equipos, que la pausa no es una pérdida de tiempo. Es una inversión en enfoque, en salud, en calidad de pensamiento. Un sistema necesita detenerse para recalibrar; un equipo, para pensar y redefinir prioridades; y un líder, para decidir con criterio y humanidad.


Detenerse también es parte de la excelencia operacional. Porque la calidad no solo se mide en indicadores, sino en la capacidad de sostener lo que hacemos sin perder sentido o propósito.


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Este año, mientras cocinaba para mis hijos y caminaba sin horarios, pensaba en cómo la sostenibilidad empieza por uno. Por el descanso, por la coherencia, por la capacidad de conectar con lo simple antes de volver a lo complejo.


Lo que queda después de parar es mucho y es importante: es claridad. Y eso, en lo personal y en lo profesional, sin dudas también es excelencia.


“A veces, lo más productivo que podés hacer es relajarte.” — Mark Black



Por eso este regreso lo siento distinto: más liviano, más enfocado, más consciente.



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